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Considerado como el mejor cronista en la historia de la literatura modernista salvadoreña y quizás el más riguroso estilista, Arturo Ambrogi se forjó en periódicos de Chile y Argentina. Aunque la crítica literaria destaca su precisión para el detalle, su capacidad descriptiva, la elegancia y la propiedad de su prosa, no insiste lo suficiente en su virtud como retratista de personalidades ni en su estilo irónico, por ejemplo: al nicaragüense Rubén Darío, de quien fue amigo, le llama “sumo pontífice de la pose” y dice que el salvadoreño Francisco Gavidia, en la caricatura de Toño Salazar, aparece “engrifado como chancho de monte”. En este libro titulado Crónicas, se compilan textos de tres de sus libros: Crónicas marchitas (1916), Marginales de la vida (1912) y Muestrario (1955).