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En una China mítica e improbable (la que se ve desde el Occidente que teme a lo milenario), dos mendigos ciegos y un señor feudal que huye de su hijo, a quien no conoce, se ven unidos por el azar y el encuentro los precipita a su verdadero destino. Una bicicleta y un maestro serán la constancia de que todo debe moverse convulsivamente para que, paradójicamente, todo permanezca. Las acciones se desarrollan en un contexto de posguerra y se puede interpretar que los personajes ciegos reflejan una sociedad sumida en la miseria y decadencia, además exponen uno de los fenómenos actuales más duros: la migración. De este modo, el drama evidencia un clima desolación donde solo queda “la oscuridad total”. Menen Desleal afirmó que esta obra sería el parteaguas para la dramaturgia salvadoreña luego del conflicto armado en el país.